miércoles, 21 de mayo de 2008

1. Cenicienta

Cenicienta barría el enorme salón de la casa de su madrastra cuando notó un ruido detrás suya. Se giró y vio que una entrañable abuelita con capa le sonreía.
- Hola Cenicienta. Vengo a hacer tu sueño realidad: podrás asistir al baile.
- ¿Qué baile? - Preguntó con excaso interés la joven.
- El baile en el que conocerás a tu príncipe azul. - Comentó entusiasta la regordeta señora.
Cenicienta sonrió amargamente:
- ¿Esa pijada de principitos estirados y niñas mimadas? No, gracias.
A Rosa, la señora, se le borró la sonrisa de golpe, al ver la profunda amargura que invadía a la muchacha.
- Pero, ¿y el zapato...? ¡Soy tu hada madrina! - Casi le gritó.
-Yo no creo en las hadas madrinas. - Dijo, rotunda, Cenicienta.
Y, de repente, el hada madrina desapareció.

Para siempre.